Mientras que unos no hacen nada y otros callan, algunos opinan.
Expresando libre y abiertamente nuestras opiniones, la luz de la realidad aparece.
La chispa de la verdad sólo se manifiesta tras el choque de diferentes opiniones.
JUNTOS LO PODEMOS TODO.
SINDICATOS MORIBUNDOS por Jesús del Río.
¿Tu verdad? No. La verdad.
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya guárdatela.
ANTONIO MACHADO.
Como respuesta al
correo que se difunde por ahí, de Gabilondo (*), habría que decir que ya es hora de
que alguien hable bien de los sindicatos, de que se deje clara su importancia y
ayude a que todos recordemos, incluidos los sindicalistas, que sin su presencia
las cosas nos irían bastante peor, si es que no están suficientemente mal.
También va siendo hora de que los sindicatos asuman su culpa,
porque si no hubiesen dilapidado el respeto de los trabajadores no les
afectaría ni la más despiadada artillería de difamaciones que enviase el orden
neoliberal que se está imponiendo. Algo ha pasado aquí, para que los sindicatos
ya no sean aceptados como antes, y es necesario plantearlo.
El tiempo pasa sobre
las personas y sobre las organizaciones, envejeciéndonos. Las personas perdemos
reflejos, flexibilidad, energía, y a las organizaciones les ocurre lo mismo.
Hoy día nadie duda de que los sindicatos sean enormes maquinarias burocráticas,
que ni reaccionan a tiempo, ni lo hacen de la manera que sería deseable. La
prueba más palpable es que, con lo que está cayendo, los sindicatos no llegan a
la calle con energía y somos los ciudadanos quienes nos estamos organizando
para cubrir los huecos que en otros tiempos abanderaban los líderes sindicales,
que se jugaban hasta la vida. No vemos a los sindicalistas profesionales
dispuestos a jugarse nada, preocupándose más en defender su situación y, en
ocasiones, sus privilegios.
Quién niegue esto
debería responder a algunas preguntas que todos nos hacemos:
¿Qué hacían los
representantes sindicales de izquierdas en los Consejos de las Cajas de Ahorros
permitiendo el desmadre bancario que nos ha llevado a dónde estamos? ¿Por qué
no denunciaron lo que casi todos los ciudadanos estábamos viendo a pie de
calle? ¿Y si no sabían de qué iba la cosa, por qué se dejaron utilizar,
participando en ese juego como convidados de piedra? Alguien debería explicarlo
y pedir disculpas a esta sociedad que se está desangrando.
¿Dónde están aquellos
sindicalistas que abanderaban los movimientos sociales hace décadas? Parece que
el culo les pesa demasiado y ya no pueden levantarse de sus cómodos asientos.
¿Qué pasó con la
democracia interna que decidía en las bases y encargaba a las cúpulas la
defensa de sus ideas? Hoy deciden los de arriba y esperan que los de abajo
cumplamos ciegamente con sus decisiones, que en ocasiones son acuerdos pactados
con el poder, con nocturnidad y sin informar a nadie.
¿Por qué no hay nuevas
ideas? ¿Por qué siempre se reduce la iniciativa a una huelga general de un día,
y luego nada? ¿Por qué no se hace autocrítica? ¿Por qué no se abren debates?
¿Por qué no se plantean si son válidas aún sus estructuras? ¿Por qué no dejan
de medir su poder en las alturas y miden la poca empatía que les queda en la
calle? ¿Por qué no les preocupa más que los trabajadores se identifiquen cada
día menos con sus siglas? ¿Por qué firman acuerdos donde queda reducido
considerablemente su contacto con las bases? ¿Por qué se están dando de baja
tantos afiliados? ¿Por qué sus mensajes apenas calan en la gente? ¿Por qué no
reaccionan a las demandas de una sociedad que ya no es la misma de hace
décadas? Se podía seguir…
Es hora de bajar, de
nuevo, a la calle y alejarse de los despachos, defender a los más humildes
mezclándose con ellos, reclamar un sistema menos corrupto y más democrático,
sacudir a todos los que se han aprovechado de las circunstancias en su propio
beneficio, reclamar a gritos la dignidad de las personas que empiezan a ver la
comida y el techo como un lujo cuando nunca debería haber dejado de ser una
necesidad básica e incuestionable. No es justo que sea la solidaridad de unos y
la caridad de otros quien se encargue de suplir esas carencias, mientras que
los sindicatos levantan la voz tímidamente, cuando no guardan silencio
cómplice.
¿Qué pasó con el nervio
sindical que emocionaba y mantenía unidos a los trabajadores como un puño? El
nervio se ha secado, sus dirigentes se han acomodado, aburguesado, apoltronado
y parecen marionetas de un sistema que les utiliza para aparentar la cara
disidente que no disiente de nada, de casi nada. Consciente o
inconscientemente, se han convertido en el freno que reconduce las inquietudes
de la sociedad hasta el cercado donde nos dan de pastar y pretenden
convertirnos en borregos.
¿Queda algo de la transparencia, de la
coherencia, de la humildad, de la nobleza, de la humanidad que hace décadas
llevaban como bandera? Solo hay que sacar a la luz algunas palabras de Antonio
Machado:
“En cuanto a la voz de Pablo Iglesias, del
compañero Iglesias, o si queréis, del abuelo, yo prefiero escucharla en mi
recuerdo o, mejor todavía, en labios de otros hombres no menos auténticos, no
menos verdaderos, que aún nos hablan al corazón y a la inteligencia”
ANTONIO MACHADO.
“La voz de Pablo Iglesias tenía para mí el
timbre inconfundible – e indefinible - de la verdad humana” “En la voz
del compañero Iglesias vibraba el acento inconfundible de la humanidad
auténtica”
ANTONIO MACHADO.
¿Alguien sabe dónde se
han quedado esas voces? Da la impresión de que se perdieron por el camino de la
transición democrática, cuando empezamos a vivir mejor que habíamos vivido
nunca, y antes de que empezásemos el regreso a la vida miserable que hemos
tenido durante siglos y con la que parece amenazarnos el futuro.
Pero nos vamos a
defender, porque este pueblo no es tonto, nos vamos a defender con sindicatos
renovados o sin sindicatos… Porque ante todo, ya no somos un pueblo de
ignorantes, de siervos asustados. Nos enseñaron a leer y a pensar, para
responder, y no dejaremos de hacerlo.
"Por mucho que valgan las ideas, no
pueden prosperar en el grado
que deben si sus sostenedores, y
principalmente los que ocupan las
primeras filas, no son enteros, serios y
morales. No sólo hacen
adeptos los partidos con sus doctrinas, sino
con los buenos
ejemplos y la recta conducta de sus
hombres".
PABLO IGLESIAS(*) Puede verse el texto que se cita, por ejemplo en:
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